En los andariveles de la vida he deambulado
con más errores que aciertos,
pero constante en mi corazón abierto,
aprendí a cargar dolores
y sufrimientos propios y ajenos.
La vida me ha enseñado
que sufrir también es saber vivir,
no solo la alegría nos hace feliz,
he experimentado en carne propia
que saber tender una mano
en el momento oportuno,
como abrazar a alguien poniendo el hombro
para contener una lágrima
en un momento de tristeza,
alentar con palabras generosas
a nuestro prójimo,
ante una situación de desaliento;
también con estas actitudes
seremos muy felices interiormente
aunque no se refleje exteriormente.
Así mismo nos llena de felicidad,
las cosas más ínfimas y sencillas
como ayudar a un anciano a cruzar una calle,
convidar un dulce a un niño,
regalar una flor aunque nada se festeje,
son simples cosas que enaltece nuestra alma
y nos hace grandes y bondadosos de corazón.
Alguien dijo alguna vez y con sabia razón,
siembra la mejor semilla de tu ser
y obtendrás en abundancia
la cosecha de su tiempo.
La humildad ante cualquier actitud,
debe siempre prevalecer como un don
virtuoso y genuino en cualquier ser humano,
esto nos llevará a la cima
de la gran pirámide de la vida,
y cuando comencemos el descenso
que por ley cargamos,
comenzaremos a recolectar
la gran cosecha de la que se habla.
(Escrito dejo esto en el libro de mi vida,
como fundamento principal a la herencia de mis hijos)
Pensamiento escrito el: 25 de mayo de 2015
Autor: Jorge Aimar Francese Hardaick
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