En el envés de un espejo
veo mi tiempo peregrinar,
y en su bisel quisiera bordar
la experiencia en su reflejo.
Horas gentiles de un pasado,
derroches de primaveras,
sonrisas dulces y meras,
miradas de joven cultivado,
donde nada era pecado.
El amor predominaba
y en cada caricia se pactaba
el respeto eterno y acuñado.
Ya nada se ve igual
en éste mundo moderno,
donde el hombre, en un infierno;
de la verdad... no pisa su umbral.
Quizá mañana pueda ver
en el destello de ese cristal,
una cascada substancial
y a ese tiempo poder volver.
Jorge Aimar Francese Hardaick
Escritor y Poeta - Argentina
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