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miércoles, 17 de enero de 2018

LA SABIA DE MI ESENCIA



He divagado en los torrentes de noches gélidas, llenas de sombras y hastío, devorando en silencio los ecos de mis pensamientos mudos para no sentirme en soledad y acaricié, con mis ojos, el fondo de una estrella, pretendiendo encontrar en ella… la sabia de mi esencia.

Fui mi propio candil en las profundidades de un cielo sin sol, sin luna; sin destello alguno que pudiera iluminar mi búsqueda, mas jamás desistí, pues mi esperanza clavada al orillo de mi alma, me empujaba; su tenue murmullo no cesaba de alentarme. Confié en ello, y seguí mi derrotero.

Hoy, después de varias estaciones, de otoños deshojados y fríos inviernos, de confusas primaveras y perdidos veranos; de tener sensibles sensaciones de incertidumbre, he logrado hallar en el manantial de mis silencios, una respuesta, quizá, desde mi punto de vista sobre los almanaques transcurridos, la más cercana a mi impoluta verdad.

A pesar de haber sufrido desvariados pensamientos, cambios de actitudes, pero, lo más importante, la sabia de mi esencia ha sido sempiternamente alimentada con el néctar del amor, la solidaridad sobre el más leve sentimiento, socavando la mentira, encendiendo eterna la llama de la empatía…


¡Gracias! Señor, Padre de la eternidad, por dejarme recorrer distintos senderos del sagrado albedrío, sin soltarme la mano y enseñarme, siempre, a reconocer la Divina Luz de la Verdad.

Jorge Aimar Francese Hardaick
Argentina
Derechos de Autor©

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